Macedonio Fernández (1874-1952), Fue un escritor argentino
quien aparte de sus originales escritos, se destacan anécdotas, versos, sentencias
filosóficas y metafísicas, aforismos humorísticos, que en ciertos pasajes lo
avienen con los surrealistas europeos.
Estudió abogacía, se doctoró en Jurisprudencia en 1897 en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde fuera condiscípulo
y amigo del padre de Borges. Durante
veinticinco años Macedonio ejerció la abogacía sin demasiado entusiasmo. En
1910 fue nombrado fiscal en el Juzgado Letrado de Posadas (Misiones), donde
también fue director de la biblioteca y conoció al escritor Horacio Quiroga.
Durante mucho tiempo se contará como anécdota que perdió el cargo porque nunca
condenó a nadie. Era un espíritu inquieto que lo llevó a participar con varios
amigos en un proyecto para la fundación de una colonia socialista en la selva
de Paraguay.
Como dato ilustrativo, con Macedonio al igual que otros
escritores como lo fueron Oliverio
Girondo, Alfosina Storni, Felisberto
Hernández, quien fuera uruguayo, y
otros, son aquellos que no necesitan apellido, (más bien estorba) basta con el
nombre de pila para identificarlos plenamente.
Fue Macedonio , autor de narraciones fantásticas que
muestran su escepticismo ante la aplicación práctica de las teorías
filosóficas. Su obra fue revalorizada después de que Jorge Luis Borges
reconociera en él los orígenes de su narrativa. Formó parte del grupo
«martinfierrista» e influyó en la obra narrativa de Leopoldo Marechal y en la
poética de González Lanuza, sobre todo a través de la estrecha relación
amistosa que mantuvo con ellos. En 1922 dirigió junto a Borges la segunda época
de la revista Proa, que culminó en 1925. De toda su producción, tan sólo llegó
a publicar apenas una, “No toda es vigilia la de los ojos abiertos” (1928). El
resto de su producción literaria se editó posteriormente gracias al interés de
sus amigos. Algunas de sus obras más destacadas son Papeles de recienvenido
(1930), Una novela que comienza (1941), Continuación de la nada (1945), Poemas
(1953) y Museo de la novela de la eterna (1967).
De los llamados escritores martinfierristas, agrupados en
torno a la revista Martín Fierro, Macedonio destaca sobre el panorama general de los años
veinte. Autor de una obra de gran singularidad, es un caso claro de
"escritor para escritores", pero justamente ese público de literatos
lo convirtió en un clásico de las letras rioplatenses a fuerza de comentar,
imitar, analizar.
Macedonio fue por sobre todo un gran conversador y a sus
tertulias que comenzaban por la noche en “La Perla del Once”, de Rivadavia y
Jujuy, y finalizaban al amanecer concurrían aquellos que se enriquecian intelectualmente
oyéndolo hablar. Es menester considerar sus obras, verdaderos hitos de la
literatura de vanguardia, como un eslabón imprescindible en la literatura
argentina del siglo. Aún hoy hay mucha tela que cortar para dilucidar las consideraciones
de difícil pronóstico y profundos fundamentos que se encuentran en su
escritura. Esta se define como la de ningún otro escritor de su tiempo un
verdadero cuestionamiento de la figura tradicional del lector. Macedonio
Fernández obliga insistentemente a sus lectores a interrogarse acerca de hasta
qué punto sigue siendo sostenible la división nítida entre lo real y lo
aparente, o entre realidad y ficción. La propia existencia del lector y la idea
de obra literaria son puestas en cuestión. Sus escritos atacan las dicotomías
tradicionales de la filosofía y la vigencia de la división entre los diversos
géneros literarios. En consonancia con el espíritu vanguardista que reinaba en
los años veinte en casi todo el mundo occidental, puede definirse la obra de Macedonio
como una experimentación constante de
las posibilidades de la prosa y el verso, que dejó marcas perdurables en la
posterior narrativa argentina del siglo XX.
Ejerció desganadamente su profesión de abogado hasta que se
alejó definitivamente de ella motivado por sus intereses literarios y
filosóficos. En 1901 se casó con Elena de Obieta, en esos años mantuvo
correspondencia con el filósofo estadounidense William James, que admiró su
inédita manera de plantear la especulación filosófica en un lenguaje coloquial,
abundante en detalles irónicos e incluso humorísticos.
Su primera obra poética, Suave encantamiento (1904), es un
antecedente fundamental, aunque secreto, de la poesía argentina del siglo XX.
Al morir su esposa en
1920, tras una operación quirúrgica, y los cuatro hijos que engendrara la
pareja, quedaron al cuidado de abuelos y tías. Macedonio abandonó la
jurisprudencia y se dedicó a vivir austeramente en pensiones del barrio Once y
Tribunales. Sus únicas posesiones eran un sartén, un calentador Primus, una
pava para el mate, una guitarra y una fotografía de William James. hecho que
marcó un hito en su vida personal y en su trayectoria literaria; fue entonces
cuando escribió la famosa elegía a su difunta esposa, Que llevó por título: Elena
Bellamuerte, que se creyó perdida durante veinte años, hasta que fue recuperada
por su hijo del interior de una lata de galletas y se publicó en la revista
Sur, en 1941.
En 1927 se postuló como candidato a presidente de la nación.
Fue un pretexto para desplegar una campaña electoral surrealista, con la
complicidad de sus amigos. Fue "vencido" por Hipólito Irigoyen. Su producción lírica apareció dispersa en
publicaciones periódicas y luego se reunió en volumen, en una primera edición
póstuma publicada en México en 1953.
Macedonio no se ajustó a ningún género; escribía, con
exigencia, a partir de un humorismo que lo impulsaba a la fantasía, a la
paradoja y a la especulación metafísica. Concebía obras de extraños títulos, de
las que apenas si llegaba a escribir algunas, sin publicar casi ninguna.
En 1927 se postuló como candidato a presidente de la nación.
Es un pretexto para desplegar una campaña electoral surrealista, con la
complicidad de sus amigos. Fue "vencido" por Hipólito Irigoyen.
En 1947 se fue a vivir con su hijo Adolfo de Obieta, frente
al Jardín Botánico.
"He logrado en toda mi obra escrita ocho o diez
momentos en que, creo, dos o tres renglones conmueven la estabilidad, la unidad
de alguien".
Jorge Luis Borges estuvo marcado por la escritura de
Macedonio. tal como admitió públicamente en el homenaje tras su muerte:
"Yo por aquellos años lo imité, hasta la transcripción, hasta el
apasionado y devoto plagio." En 1922 funda la revista literaria Proa junto
con Jorge Luis Borges, a quien fascinará con su personalidad y marcará en sus
obras.
Publicó su primer libro en 1928: “No todo es vigilia la de
los ojos abiertos”. En sus poemas misteriosos él declara un antecedente del
movimiento ultraísta y en esta primera obra se reconoce como el primer autor
metafísico argentino.
La literatura macedoniana, alejada del culto a los lugares
comunes, propone la antisolemnidad con la teoría y la técnica del ‘humorismo
conceptual’ muy valorado por Borges, influyó en toda una generación de
intelectuales, entre los que habría que contar a Julio Cortázar..al como
admitió públicamente en el homenaje tras su muerte: "Yo por aquellos años
lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio."
Murió el 10 de febrero de 1952, a los 78 años.
Fuente: Notas reunidas de varios medios, entre ellos: Casi Nada - WebMagazine- Indice septiembre
1998 - Indice General Temático - http://usuarios.iponet.es/casinada/27maced2.htm-Wikipedia.