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CON LOS LIBROS, PARA LOS LIBROS, POR LOS LIBROS. si tu intención es escribir, hazlo con sencillez y claridad; la elegancia déjasela al sastre...(anónimo) * * * * * * * * BLOG de Juan Yáñez, dedicado a la literatura

martes, 27 de septiembre de 2016

Antonio Di Benedetto. El cariño de la posteridad

Di Benedetto. Sonriente en la intimidad, como lo describieron diversos amigos.


Antonio Di Benedetto. A 30 años de su fallecimiento, lo celebran nuevas ediciones, un documental y la adaptación al cine de su gran novela “Zama”, por Lucrecia Martel.

POR MARCH MAZZEI


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La lectura de Zama, veneno irresistible
Uno que anduvo en todas
Ni pobre ni solo ni abandonado. Durante sus dos últimos años, Antonio Di Benedetto vivió en Buenos Aires rodeado de amigos que habían impulsado su regreso en 1984, después de seis años de exilio. A pesar de la leyenda que circuló durante mucho tiempo, de que había muerto en estado de miseria –se llegó a decir que dormía debajo de las escaleras de los edificios–, atravesó un período de sosiego. Trabajó durante un año en la Secretaría de Cultura del alfonsinismo y luego en la Casa de Mendoza. Era socio del Cineclub Núcleo, participaba de talleres literarios como invitado, daba charlas en universidades y semana a semana recibía pedidos de entrevistas –de Jorge Urien Berri a Jorge Lanata– y llamados telefónicos de admiradoras fervorosas. Di Benedetto ya era, desde luego, el reconocido autor de las novelas Zama , El silenciero y Los suicidas , y de los cuentos de El juicio de Dios , El cariño de los tontos y Caballo en el salitral . Obras que lo ubicaron en el canon argentino y cuya vitalidad evidencian frecuentes reediciones y, a 60 años de su primera publicación, la adaptación al cine de Zama , la esperada película de Lucrecia Martel, hoy en etapa de posproducción.

Los detalles del final de su vida surgen del testimonio de la hermana de su última mujer, Graciela Lucero, 25 años menor y “casi su secretaria” cuando Di Benedetto ocupó el escritorio de asesor de cultura en la Casa de Mendoza. “Él estaba en el departamento que le habían prestado unos amigos en Laprida y Las Heras, y Graciela vivía conmigo en Libertador y Callao, así que caminando ida y vuelta esas 15 cuadras compartían los días”, relata Cristina Lucero, testigo privilegiada de aquellos días. La hermana mayor confidente admite que esta relación, de la que los padres nunca supieron, no era bien vista por sus hermanos varones, que nunca habían oído hablar del escritor. Era un secreto que la pareja también guardó frente a sus compañeros de trabajo. Sin embargo, compartían una nutrida vida social y literaria. Las fotos de las tertulias en la casa de su amigo Juan Jacobo Bajarlía, o en lo de Nicolás Sarquís (cineasta que no logró terminar su versión de Zama ), no pueden disimular el encantamiento entre ellos. Allí, Di Benedetto acaparaba la atención y respondía en sus medios tonos a las inquietudes, aunque evitaban preguntarle por la cárcel.

Desde una perspectiva íntima, el testimonio de Cristina estará incluido en Tras la sombra de Di Benedetto . Este y el volumen de 800 páginas de Escritos periodísticos (1943-1986) , además de un nuevo documental, son otros tributos a la vida y obra de un autor insoslayable en lengua castellana, a 40 años de su secuestro y encarcelamiento ilegal por parte de la dictadura militar instaurada en 1976, y a 30 años de su fallecimiento.

Las conexiones entre ese hombre que sentado en la sala de su departamento en Libertador, copa de vino en mano, le aseguraba que la relación con su hermana “iba en serio”, y el Antonio Di Benedetto que es parte de la historia de la literatura argentina, aparecieron con el tiempo. Recién con la muerte de su hermana, en la década del 90, al leer las entrevistas y los estudios críticos, Cristina Lucero encontró una síntesis entre el hombre y el artista, una coherencia. Y todo fue casual: Graciela Lucero no había abierto las cajas que quedaron en su departamento después de la muerte de Di Benedetto. “Mi hermana nunca quiso hacerlo, porque le revolvía el alma, como decía”. Ahí encontró lo que la pareja había guardado, lo que los amigos le hacían llegar: correspondencia con universidades extranjeras y editores, manuscritos, fotos y cartas personales. Ese material sigue dando pistas.

Di Benedetto tenía 54 años cuando fue secuestrado y 64 cuando murió. La misma noche del 24 de marzo de 1976, el vicedirector del diario Los Andes que había construido una sólida carrera literaria –ya había publicado sus principales libros– se convirtió en el primer escritor detenido por la dictadura. Compartía los primeros días con sus colegas en una celda del Liceo Militar General Espejo. Pero nadie nunca lo visitó en la cárcel de Mendoza. Sólo un par de amigos en La Plata, donde había sido trasladado. Los mecanismos del miedo y la cobardía se activaron y perdió todo contacto con su familia.

De los papeles encontrados emergen detalles dolorosos. Al día siguiente de su secuestro, la patrulla que irrumpió en su casa en busca de evidencias que lo vincularan con alguna organización armada vació armarios repletos de libros y cartas. Entre las cartas su esposa descubre la prueba del delito: las de una cordobesa que moría de amor por él apuntalaron la decisión de quebrar el vínculo. Pero había más: un documento dirigido a la Caja Nacional de Previsión podría ser la respuesta a la sensación de que el diario Los Andes le había “soltado la mano”. Durante los primeros días de detención, le hicieron firmar la renuncia a todos los empleados encarcelados, aparentemente bajo promesa de continuar pagándoles el sueldo a las familias. También aparece la carta en papel envejecido en la que Di Benedetto, ya en Buenos Aires, solicita su jubilación por los años de aporte como periodista, con detalles, de su propia mano, de las condiciones de detención y las torturas. Burocracia mediante, al final llegó el benefició, pero ya estaba internado, sin conocimiento, y ni siquiera se enteró.

En estos días de homenajes surge una nueva versión sobre su detención. El libro Antonio Di Benedetto, periodista explica que el escritor había publicado, a partir de 1972, notas sobre la represión policial y los atentados de grupos parapoliciales, fotos de presos e información acerca de procedimientos irregulares, desafiando a la censura. Los testimonios de sus compañeros de detención avalaron por años esta versión. Otra explicación, con estatus de rumor, sugiere que una frase a propósito de la llegada de los militares al poder, en medio de una charla informal de la “mesa de los galanes” de la que formaba parte, lo habría destinado al calvario y al destierro. Entre las dos posiciones se debate el mito del intelectual detenido arbitrariamente y el periodista comprometido que desafió la censura.

Para Di Benedetto el golpe militar significó el paso de una vida acomodada a la desprotección absoluta. Dejó su casa para nunca más volver. Perdió sus papeles, las notas de conferencias sobre literatura fantástica que había dado en 1955 en la Biblioteca Nacional, invitado por Borges, y todos sus recortes. Ni una camisa, ni una lapicera se llevó al encierro. Al exilio partió con una valija ajena, ropa prestada y un boleto de avión que había ganado en un concurso. Gracias a las presiones internacionales encabezadas por el Premio Nobel Heinrich Böll, e impulsadas por Adelma Petroni, Sabato, Victoria Ocampo, y por editoriales del Buenos Aires Herald que dirigía Robert Cox, Di Benedetto recuperó la libertad tras 17 meses y 7 días.

De sus días de encierro quedaron los relatos de Absurdos , editado en España en 1979, y una sensación de desprotección física como secuela de la tortura. El libro se escribió a partir de papelitos que les hacía llegar a Petroni, Rodolfo Braceli y Abelardo Arias. Los rastros que dejó esa década en su cuerpo fueron imborrables. Sufrió cuatro simulacros de fusilamiento y golpes en la cabeza, todos los días a la misma hora. Aunque siguiera escribiendo en los años 80, no puede sorprender su envejecimiento temprano y una visible dificultad al caminar. “En su baúl traía el haber sido preso de la dictadura –admite Cristina Lucero– y era un baúl que no podía abrir con cualquiera, y eso le provocó una especie de auto-exilio”.

Con la recuperación de la democracia, varios escritores pero en especial Ernesto Sabato con la promesa de un puesto, comienzan a convencerlo de que volviera. El mismo día que regresa a la Argentina, se había organizado un homenaje en el Centro Cultural San Martín, con Enrique Molina, Juan Carlos Martini, Jorge Lafforgue, Lito Cruz y Manuel Antín. Un grupo de escritores, entre los que se encontraba Ricardo Piglia, lo recibe en el aeropuerto y lo llevan directo a la calle Corrientes. Nicolás Sarquís se había ocupado de que su hija Luz llegara desde Mendoza: fue la primera vez que se encontraron desde el día del golpe de estado y el secuestro. Graciela Lucero dejó un testimonio en un artículo publicado en La Capital de Rosario: “Su presencia encantaba, fascinaba... Contrariamente a lo que se recuerda de Antonio, sólo al pensarlo se me dibuja una sonrisa”. Para definirlo, eligió cuatro palabras: “magia, juego, picardía y juventud. Para mí era tan joven, tan pícaro. Nadie ha escrito sobre su gran arte de seducción, en eso también era un maestro. Él lo sabía y se divertía mucho con sus acertados piropos”.


Periodistas mendocinos se hicieron eco del abandono de su tumba. Durante este año, los restos de Antonio Di Benedetto, que hasta la fecha permanecían en el subsuelo del panteón de periodistas en el cementerio de Las Heras, sin siquiera una placa recordatoria, serán trasladados al sector de Personalidades Ilustres en la capital mendocina. Cuando Graciela Lucero le contó, susurrándole al oído en su cama del Hospital Italiano de Buenos Aires, que la Universidad de Cuyo le había otorgado un título Honoris Causa, el autor de Sombras, nada más soltó su última lágrima.

martes, 19 de abril de 2016

Augusto Roa Bastos

                                     
Augusto Roa Bastos (AP)


Juan Yáñez
                          Cuando hablamos de autores latinoamericanos y no incluimos a Augusto Roa Bastos, sería una falta imperdonable. Por supuesto, siempre es el tiempo es el que añeja a los mejores licores y este autor (valga la metáfora) pertenece a  esa categoría. Su reciente desaparición (2005) a los 87 años de edad, hace que aún su talento se encuentre en parte velado, para aquellos que se ocupan de la literatura.
El paraguayo Roa Bastos fue un escritor con un lenguaje directo que  combina voces guaraníes sin oscurecer la inteligencia de los textos, creemos que para darle una autenticidad más realista, con el empleo de la lengua que conforma junto al castellano el idioma que se emplea en todas las clases sociales de la región. 

Otra de sus características resaltantes, fue que vivió la mayor parte de su vida en el exilio y siempre pendiente de la realidad nacional de su país y lo hizo sin formar parte de ningún partido político. Había nacido en Asunción en 1917, y comenzado a escribir, desde la niñez, algunas obras de teatro, que se llegaron a representar en el medio rural, alentado por su madre. Al cumplir los 16 años y estando de interno en un colegio, escapa con un grupo de compañeros y viaja  ilegalmente en un barco de tropas que se dirige al frente en la Guerra del Chaco, descubiertos son castigados en tareas en la retaguardia. 

Terminada la guerra regresa a Asunción donde desempeña humildes trabajos, entre ellos como cartero y dependiente en una tienda.  En 1936 se inicia formalmente en la escritura a través del periodismo en el Diario El País, al que se mantendrá vinculado durante muchos años. Desempeñando el cargo de Jefe de Redacción es invitado a visitar Inglaterra en 1944 y allí representa como corresponsal de guerra. de El País. Al fin del conflicto en 1945, se traslada a Francia donde logra ser el primer periodista latinoamericano en entrevistar al general De Gaulle.

 De regreso a Asunción se incorpora al periódico  donde escribe tres columnas diarias y se publican en un folleto las experiencias vividas en la guerra bajo el título “La Inglaterra que yo vi”. En 1947 una sublevación militar estalla en su país que desemboca en una guerra civil en contra del régimen de Higinio Moriñigo. La posición crítica que desde “El País” emprende Roa, hace que las autoridades ordenen la captura del escritor y periodista. Perseguido se oculta hasta el momento que puede salir del país y viajar a Buenos Aires. Allí da inicio a un largo exilio, que comienza con diversas actividades para ganarse la vida. 

Al año siguiente se relaciona con la Sociedad Argentina de Escritores donde dicta un curso sobre “Técnica de la novela”, que había iniciado Ernesto Sábato, el que cede su responsabilidad a Roa. En 1952 lo encontramos trabajando en una editorial de música donde duerme sobre la mesa de la guillotina. Allí escribe los 17 cuentos que componen “El trueno entre las Hojas”, que Editorial Losada publicaría al año siguiente, siendo este el primer volumen de sus cuentos. Trabajando como vendedor de seguros, se relaciona en 1957 con el director cinematográfico Armando Bo, quien le solicita una adaptación de “El trueno entre las hojas”, que filmara  y estrenara.  

Esta actividad durará hasta 1970, donde logra elaborar otros once guiones de películas.  En 1959 y en poco tiempo escribe “Hijo de hombre”, novela que resulta ganadora del premier premio del Concurso Internacional de Novela, que organizara Editorial Losada y publicara en 1960.  Es su primera novela y con ella logra un grado de aceptación de importancia. Sobre ella escribe el siguiente comentario: “Su tema trascendente al margen de la anécdota, es la crucifixión del hombre en busca de solidaridad con sus semejantes; es decir, el antiguo drama de la pasión del hombre en su lucha por su libertad, librado a sus solas fuerzas en un mundo y en una sociedad inhumanos que son su negación”

Logra llevarla al cine, donde alcanza premios en Buenos Aires y en San Sebastián (España). A partir de allí se suceden las traducciones al inglés, el alemán, el sueco y el francés. También publica “El baldío” su segundo volumen de cuentos y a posteriori dos nuevos libros de cuentos: “Los pies sobre el agua” y “Madera quemada”
En 1971 recibe la beca de la Fundación Guggenheim para la creación literaria. En esos momentos se encuentra trabajando en su obra capital: Yo el Supremo.
A propósito de ello dice: “Tengo que confesar, -ya lo he hecho varias veces- que trabajado siempre sin un plan previo, Me parece a mi que la parte más activa, más fértil del trabajo de escribir es la que se produce en los sitios donde la represión consciente se alivia, se atenúa y llega a no existir; es decir, en el trabajo del inconsciente. Así que lo he intentado es ir creando (creando, digo hoy; la palabra creación no me gusta nada, me molesta profundamente cuando hablamos de temas literarios o artísticos) ir, más bien elaborando los elementos…” 

En 1973 da por terminada su obra capital: Yo el Supremo y hace entrega de el manuscrito a la editorial. Su salud y ánimo quedan resentidos por el esfuerzo continuo y prolongado realizado en la escritura del texto. A propósito de ello declara: “Estos textos así trabajados obsesivamente durante mucho tiempo va creando estados de tipo… patológico. Muchas veces he tenido sueños muy angustiosos en que me veía encerrado en una esfera, en cripta esférica en que me faltaba el aire, me sentía angustiado y busca una posible grieta en el muro. 

Era la sensación angustiosa de estar vivo y muerto al mismo tiempo (muete/vida que es otro desdoblamiento). Era la obsesión continua de lo curvo arrollándome. Solo lo la matería cambiaba, pero el espacio curvo me envolvía continuamente. No tenía fin y me tocaba. Podía sentirlo en las yemas de los dedos y en las zonas erógenas del cuerpo. Era frotarse contra una materia desconocida, dura. Podía ver también ciertos efectos de luz; una luz tamizada y a través de varios planos. Del otro lado estaba espacio libre, la luz, pero allí era el total aislamiento, salvo ese espacio curvo que no había forma de atravesar. Por eso hablo ahora de la imagen de la esfera porque no tengo forma de describir ese fenómeno”.
En 1974 se edita la primera edición de Yo el Supremo por Siglo Ventiún Editores, de Buenos Aires. Al respecto el autor declara: “Pienso que Yo el Supremo podía definirse como una reflexión sobre la imposibilidad del poder absoluto, mirado desde el ángulo de la relatividad de la condición humana y la historia”

Aún puede ahondarse más profundamente  la personalidad y la obra de este sobresaliente escritor paraguayo como uno de los más significativos autores hispanoamericanos de claras ideas de moral e idealismos, alejadas del los afanes políticos panfletarios. Correctas son las siguientes líneas, de fuente wikipedia, que agregamos, como complemento de lo arriba escrito.

“El reconocimiento internacional le llegaría en 1974 con la publicación de Yo el Supremo, una vasta y ambiciosa novela considerada una obra cumbre de la literatura en español. Producto de siete años de trabajo e investigaciones, es un complejo retrato de José Gaspar Rodríguez de Francia, Dictador Perpetuo que gobernó el Paraguay entre 1814 y 1840. A través de la voz monologante del Supremo, Roa Bastos hace tanto una reconstrucción del período histórico como una profunda y compleja reflexión sobre el poder y su ejercicio, incluso a través del mismo discurso (toda la novela está narrada desde la voz del dictador, las intervenciones de otros personajes no tienen rayas de diálogo ni signo alguno que marque diferencia, son "oídas" desde la perspectiva del Supremo). Luego del golpe de estado de 1976, la obra fue prohibida por el dictador Jorge Rafael Videla y Roa aprovechó una invitación de la Universidad de Toulouse para exiliarse en Francia. Residió en esa ciudad como profesor universitario de literatura latinoamericana y guaraní hasta 1996. Durante su estadía en Francia contrajo matrimonio con Iris Menéndez, francesa hija de españoles, con quien tuvo dos hijos.

En 1982 fue privado de la ciudadanía paraguaya después de un intento frustrado de retorno; se le concedería la española honoraria en 1983 y la francesa en 1987. A lo largo de su carrera, Roa Bastos recibió varios premios, destacando el premio del British Council (1948) el Premio Internacional de Novelas Editorial Losada (1959) el Premio de las Letras Memorial de América Latina (Brasil, 1988), el Premio Nacional de Literatura Paraguaya (1995)  y el Premio Konex Mercosur 2004 a las Letras. Sin embargo, el galardón más importante de su carrera le llegó en 1989, cuando le fue otorgado el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras castellanas.


Fragmento de

YO EL SUPREMO, de  Augusto Roa Bastos

(Escrito a la madrugada. Cuarto menguante) 

(relato en 1ra. persona que corresponde al principal protagonista de la novela, el dictador Doctor Francia)

Disfrazado de campesino llegué esa noche a Santa María. Hice esperar a mis
hombres a una legua, escondidos en el monte. Cubierto por mi sombrero de paja a dos
aguas, me metí en la fila de los enfermos que esperaban frente a la choza en la falda del
cerrito. Me tocó estar entre un paralítico y un leproso, echados en el suelo; el uno con
sus llagas y el aviso de su mal en un sombrero coronado de velas; el otro, sepultado
media res en la inmovilidad total. Me eché yo también, haciéndome el dormido, la cara
pegada a la tierra pelada con olor a mucho trajín de enfermedades. Los dejé pasar.
Cuando abrí los ojos me vi. frente a un hombre rechoncho, lozano, fresco. Melena
canosa, casi platinada. Pelo muy fino barriéndole el hombro. Idéntica a él, su voz me
dijo: No se saque el sombrero. No se descubra. No me tocó. No me auscultó. No
preguntó por mis males. En seguida, sin hablar, sin preguntar, supo más de mí de lo que
yo mismo sabía y podía contarle. Tome esto. Me tendió un manojo de bulbos y raíces.
Parecían mojados por una resina muy gomosa. Mande hervirlos y poner la infusión al
sereno durante tres noches seguidas. Sacó una petaquita parecida a la que yo uso para el
rapé. La abrió. Adentro fosforileó un polvillo con la verdosa luminosidad de
los lampiros. Este esto en la infusión. Tendrá su tisana de Corvisat. Casi sin aliento guardé los bulbos y la cajetilla en mi matula de peregrino. Intenté sacar unas monedas. Puso su mano sobre mi mano. No, dijo, mis enfermos no pagan. ¿Me conoció? Vida no es entendida, No me reconoció visual.  Puede que no. Puede que sí. Lo que respetó fue el secreto contado sin palabras, a la sombra del sombrero que celaba mi sombra. Salí tropezando de puro contento en la infinidad de bultos tumbados en el suelo. Gentío semejante en la oscuridad a quejumbroso muerterío. Avancé pisando manos, pies, cabezas que se levantaban que me insultaban con el tremendo rencor de los enfermos. Pero aún esos insultos me hicieron más feliz todavía. La salud no conoce el lenguaje de la cólera. Yo la llevaba en mi bolsa.
Bebí la tisana por tres días. Durante tres años mi cuerpo desbebió todos sus males.


Editorial Ayacucho  Pag. 230/231


Fuentes: Wikipedia; Diccionario de Literatura Universal, Editorial Dístein; Yo el Supremo, A. Roa Bastos, Biblioteca Ayacucho; Hijo de Hombre, A. Roa Bastos, Fundación Editorial el Perro y la Rana.

lunes, 22 de febrero de 2016

“La clínica literaria es un placer compartido”: Fredy Yezzed


21/02/2016 BY LITERARIEDAD
Foto y entrevista por Sofía M. Castillón Arancibia *

            Fredy Yezzed (Bogotá, 1979) es poeta y crítico literario. Actualmente se encuentra radicado en Argentina, donde impulsó el proyecto Clínicas literarias, en el que brinda asesoramiento a escritores de diferentes nacionalidades para el desarrollo de sus libros. Las Clínica literarias son un espacio de encuentro, de orientación y de intercambio que se desarrollan en forma presencial y virtual. A los debates sobre literatura que solían librarse en los Cafés, hoy se le suma la posibilidad de dialogar y construir a kilómetros de distancia. Las tecnologías ofrecen nuevas formas de lectura, y, en este caso, un nuevo papel transformador para las prácticas educativas.

 ¿Cómo fue el proceso para que te dedicaras a hacer Clínicas literarias?

F.Y.: Fue algo fortuito. Hace un par de años, después de una lectura a la que fui invitado en Buenos Aires, se me acercó un poeta y me preguntó si hacía “clínicas literarias”. Yo desconocía el término, pero inferí más o menos a lo que se refería. Bromeamos en aquella oportunidad. Me dijo que en realidad no era tan trágico como sonaba. Le agradecí porque no traía mi equipo de sutura, ni el botiquín de primeros auxilios conmigo. Él me explicó la forma cómo se trabajan. Y concertamos reunirnos en algún café notable de la ciudad. De esta forma decidimos llevar otra vez a la poesía al ambiente distendido y ameno del café.

¿Cómo definís el trabajo en las Clínicas Literarias?

F.Y.: Al principio consideré las clínicas literarias como un acompañamiento intelectual, sensible y respetuoso en el proceso creador de un poeta en un determinado proyecto. Pero con el tiempo y la experiencia, me di cuenta de que es algo más bello y enriquecedor. Las clínicas literarias son espacios de reflexión, debate y duda. La duda ilumina y es buena; te crea retos con el lenguaje y la imaginación. La poesía es ante todo paciencia y reescritura y en las clínicas se pone a prueba el cobre que tiene cada persona para mejorar su poesía. La clínica literaria es algo así como el lector crítico que todos deseamos o necesitamos. El que te dice lo que hace ruido, lo que se puede mejorar, no el que te aplaude, ni el que guarda silencio. Allí es primordial la sinceridad y la forma de proponer un cambio.

¿Cómo son los encuentros?

F.Y.: Una de las modalidades son encuentros individuales (presenciales o virtuales) de dos o tres horas semanales o quincenales. Todo depende del tiempo y la disponibilidad del interesado. Se trabaja sobre un libro y un género en particular. El poeta trae sus poemas impresos y empezamos a leer verso por verso de una forma atenta y, si se quiere, inquisitiva. Se tiene a la mano el diccionario y el computador para salir de las dudas que se van presentando. Desde el primer día se dejan por sentados los objetivos u el horizonte estético que se busca. Desde el primer día ya se deslinda un título de la obra. El poeta lee sus poemas, luego los leo yo, desde la oralidad, esa música y ritmo que nunca suelta la poesía, se comienzan a hacer las observaciones. Luego viene la carpintería más cruda, gramatical, simbólica, metafórica, hasta ortográfica. Sin embargo, lo más importante de las clínicas es escuchar al poeta, en él están las inquietudes espirituales, sociales y metafísicas, que son la médula del poema. Se trata de inferir en eso tan frágil. El poeta es el que tiene la última palabra sobre su poema.

¿Y cómo es la otra modalidad?

Es cuando el poeta definitivamente no tiene el tiempo de sentarse conmigo en el café o en el Skype. Es una clínica literaria más de tipo editorial. Como mirando más a detalles últimos antes de publicarse un libro. De igual forma es exigente y lleva tiempo. En dos oportunidades han sido libros que no prosperaron como publicación. El poeta me manda cinco poemas semanalmente vía email y yo con las sencillas herramientas de corrección del Word, que son las mismas que se utilizan en las editoriales, voy haciendo sugerencias y comentarios.

¿Qué tipo de actividades realizan?

Se leen y analizan poemas, ensayos y entrevistas de otros autores, siempre y cuando nos ayuden a dilucidar el trabajo individual. Se reflexiona sobre dichas propuestas estéticas cuando buscamos el tratamiento de determinados temas. Se trabaja con imágenes fotográficas y de video, si es el caso. Entran todos los temas en diálogo, desde los más íntimos y filosóficos hasta los más pueriles. Se reflexiona mucho sobre el oficio del poeta y su función en el mundo. Se proponen, además, ejercicios de creación cuando se ha tratado a profundidad un tema. Aunque más que consignas es llevar al poeta a qué dude y reflexione sobre determinada anécdota, imagen o recuerdo.

 Decís que se tratan aspectos íntimos en las Clínicas literarias ¿Cómo es ese asunto?

La experiencia me ha llevado a concluir que las clínicas literarias, más que un trabajo formal y organizado, es una relación de amistad con un pacto de confidencialidad muy fuerte. Se habla del duelo, del desamor, de lo erótico, de conflictos familiares, de cuestionamientos  consigo mismo, de lo que le duele a ese poeta. Muchos de esos poemas no ascienden a lo público, más por decisión del poeta que por méritos. La poesía siempre nos lleva a algo íntimo, esencial y frágil. Lo importante es escuchar, tratar de comprender, nunca juzgar. Una persona me dijo en una ocasión que nuestros encuentros eran algo así como sesiones con el psicoanalista, pero más baratas y más amenas.

¿A qué público están dirigidas las Clínicas literarias?

Las clínicas literarias están dirigidas sobre todo a personas que tienen hambre de belleza. Personas que tienen una necesidad profesional, digamos por utilizar un término, y desean escribir mejor. La mayoría de las veces trabajo con personas que no tienen una formación a fin con la literatura o el arte, pero tienen experiencias envidiables y se manejan con mucha fluidez en el ambiente literario. También trabajo con personas que tienen mucha experiencia en la poesía, tienen posgrados en literatura, o trabajan en el campo docente y editorial.

¿Cómo surge la idea de realizarlo en forma virtual, y cómo evaluás esa experiencia?

Surgió a nivel virtual cuando me lo insinuaron colegas que viven en el extranjero y en provincias argentinas. Jugaron un papel importante personas a las que les di talleres literarios en Colombia y deseaban volver a tomarlas conmigo, pues había fallecido su profesor, ―el poeta cubano Alberto Rodríguez Tosca, gran poeta y encantador ser humano―, a quien se las había recomendado con especial cariño, y se sentían un poco en el aire. Ha sido importante para ellas y para mí. Lo virtual surgió, además, cuando tuve mayor confianza con diferentes canales tecnológicos que permite Internet. Investigué cómo las universidades ofrecían programas académicos a larga distancia. Evalúo la experiencia como un camino confiable y fructífero dentro de la educación. La clínica literaria es un placer compartido.

¿Qué recursos tecnológicos utilizan en la Clínica literaria Virtual? ¿Cómo se incorpora el lenguaje digital a las estrategias pedagógicas?

El recurso central es Skype, me permite tener el poema en la pantalla y además verle el rostro a la persona con la que trabajo. A través de la imagen leo también la gestualidad, el matiz de la voz, hasta los silencios. Es una especie de café virtual en la comodidad de tu casa. La mayor dificultad surge al principio cuando la persona no está familiarizada con esta herramienta y con su lenguaje, pero yo me encargo de enseñar estas cosas también, las voy guiando con mucha paciencia, luego ya la incorporan a su vida personal y todo es más fácil. El lenguaje digital se incorpora por una necesidad personal de comunicarse.

En tu carrera como crítico literario te has especializado en el tema del Poema en Prosa.  ¿Influye esto en las estrategias de enseñanza y aprendizaje, y/o en la demanda de conocimiento de los asistentes?

Sí, las personas vienen muchas veces deseando otra forma de expresión y el poema en prosa es un género innovador y tan atractivo como el verso libre. No por estar escrito en prosa es más fácil, eso lo han comprobado las personas con las que trabajo. Erróneamente llegan y me dicen que tienen escritas unas “prosas poéticas”, unas “prosas líricas”, unas “prosas literarias”, lo dicen como disculpándose “por caer en algo tan bajo”. Son cosas muy diferentes todos esos conceptos. Se sorprenden cuando les digo que están manejando una de las formas más complejas de la literatura moderna; es allí cuando entra en la clínica la lectura y el análisis de Baudelaire, Bertrand, Novalis, Rimbaud, Darío, los maestros del género del poema en prosa.

¿Considerás que la Clínica Literaria es una práctica educativa?

Sin lugar a dudas es una práctica educativa, en el sentido que hay un aprendizaje de aspectos propios del lenguaje, la tecnología, el ser humano. Es un aprendizaje muy práctico, siempre parados en el poema, en la imagen, en la imaginación. La poesía no se enseña, es difícil, pero lo que sí se puede enseñar son técnicas, herramientas, manías de la carpintería propia del oficio y el lenguaje. La ventaja de esta tarea es que el poeta llega con el poema ya escrito. Sólo necesita la mirada crítica y atenta. Él se convierte con el tiempo es su propia lector crítico. Llegan a la Clínica literaria sólo con los poemas que ellos mismos han rescatado de su poda.

¿Qué diferencias hay entre una Clínica Literaria y un Taller Literario?

Hay muchas modalidades de cada una, todo depende del profesor cómo oriente los objetivos y de las necesidades de los talleristas. A mí mismo me confunde la oferta que existe. Sé que hay talleres literarios donde también se trabajan sobre los poemas de los asistentes. Por mi experiencia personal, los talleres literarios usualmente son en grupo, donde todos opinan con respecto a los poemas de algún compañero, pero no se consagran a la construcción de un libro en particular. La clínica literaria es toda la energía sobre el trabajo de un solo poeta, es algo más privilegiado, más intenso y profundo.

Como poeta, ¿has tenido oportunidad de participar como asistente a una Clínica Literaria o Taller Literario? ¿Cómo fue esa experiencia?

Nunca tuve la oportunidad de hacer una clínica literaria. Confieso que me hubiese gustado mucho hacerlo. No habría malgastado tanto mi tiempo en otros caminos. En Colombia creo que no se conoce propiamente esta clase de espacios. Sí asistí a varios talleres literarios, pero no eran de creación, no eran viendo tus propios textos, eran talleres de lectura sobre los clásicos rusos, Cervantes, Shakespeare. No hay que olvidar que el principal germen de toda producción literaria es la lectura.

Según tu opinión, ¿dónde radica la importancia de que existan este tipo de espacios?

En el fondo su importancia radica porque existe un deseo de comunicarse a través de la belleza que proporciona la palabra. La gente desea un diálogo con sus pares para elevar la calidad de su trabajo. El mismo éxito de los diferentes programas de escrituras creativas creo que es suficiente prueba de que hay una necesidad y un público que reclama esta clase de espacios.

(*) Sofía M. Castillón Arancibia — Licenciada en Comunicación Social con orientación en Comunicación y Cultura, de la Universidad Nacional de Quilmes. Maestranda en Industrias Culturales: Políticas y Gestión (UNQ) y estudiante de la Especialización en Docencia en Entornos Virtuales (UNQ). Becaria de Estudio de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires. Fue becaria de investigación por el Consejo Interuniversitario Nacional de Argentina, y de movilidad estudiantil para el programa de becas Santander y UNAM (México). Miembro de proyectos de investigación y extensión universitaria del Departamento de Ciencias Sociales (UNQ).

viernes, 1 de enero de 2016

ALMAFUERTE



Juan Yáñez

                       Poeta se nace, no se hace, parece decir Pedro Bonifacio Palacios, aquel que adoptara como pseudónimo: Almafuerte.  Un autodidacta que se formara en el medio rural y allí en ese entorno agreste y primitivo fue maestro, vocación que lo llevara al hacer en cualquier rancho una escuelita y enseñar las primeras letras a niños y adultos con una profunda ternura que brotaba de un alma combativa y agreste.
Fue el poeta un amante de todo aquello que encuadrara dentro la humildad más tenaz donde solo tiene cabida la esencial sencillez, ignorando toda solemnidad o protocolo.
Su producción poética luce espontánea y muchas veces ruda o defectuosa, característica de un bregador del verso, precisamente nos parece que al  no disponer de alguna palabra adecuada para un verso, apela a sus propios  recursos de una sensibilidad poética que asombra por su naturalidad expresiva.
Alguien dijo acertadamente de Almafuerte que encuadra su expresión en la voz de un poeta que se considera un <“profeta” ­­­­-de los humildes y humillados-, que habla como un predicador  cristiano de la caridad, la moral y el humanitarismo>
El estudio de su obra poética es imposible ubicarlo como romántico o modernista. El pesimismo, el inconformismo , su ira y frustración  se transluce a a través de sus mejores poemas.  Entre ellos “El Cantar de los Cantares”,  “La Sombra de la Patria”. “Jesús”, “Dios te salve”, “El Misionero”, "Avanti"
  En toda su obra el tema central es el hombre, su relación con Dios, su humanidad y el universo todo.
Podemos decir y sin la menor intención de humillar, porque cultura es la expresión de los pueblos, y es correcto no ocultar aquello que es fidedigno. Esencialmente su  vocabulario, su estilo y su temática  está dirigidas a la plebe , que él mismo denomina “la recua vil sudorosa”.
Nuestro poeta había nacido en 1854, en San Justo, Pcia. De Buenos Aires, y muere en La Plata en 1917.

*(Borges tiene palabras de reconocimiento para Almafuerte) .

Jorge Luis Borges habla sobre el poeta Almafuerte

Resumen

El escritor se refiere al poeta Pedro Bonifacio Palacios Almafuerte, su persona y su obra. Describe la época en la que escribió, su mirada del mundo, su "desventura de ser poeta", sus lecturas. Borges nombra a Almafuerte como el primer poeta "argentino". Jorge Luis Borges, escritor argentino (24 de agosto de 1899-14 de junio de 1986) Almafuerte, poeta argentino (13 de mayo de 1854-28 de febrero de 1917). Contenido: Testimonio de: Jorge Luís Borges sobre Almafuerte. Borges lee versos de Almafuerte. Borges lee versos de Almafuerte sobre el perdón. Borges se refiere a la poesía argentina.

Notas

Ciclo: Archivo de la Palabra. Grabado en el Círculo de Periodistas. Este testimonio no tiene registro sobre la fecha de grabación.

Información general


¡AVANTI!

Pedro B. Palacios - Almafuerte

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte . . .
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!

¡PIU AVANTI!

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

¡MOLTO PIU AVANTI!

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;
Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!
¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡nunca sigas impulsos compasivos!
¡ten los garfios del Odio siempre activos
los ojos del juez siempre despiertos!
¡Y al echarte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!

¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA!

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:
No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamás te hayan querido
por mas besos de amor que te hayan dado.
Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansía las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe...
¡Trema como el infierno, pero rie!
¡Vive la vida plena, pero muerto!

¡MOLTISSIMO PIU AVANTI ANCORA!

Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,
No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;
Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves...
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!

VERA VIOLETA

En pos de su nivel se lanza el río
por el gran desnivel de los breñales;
el aire es vendaval, y hay vendavales
por la ley del no fin, del no vacío;
la más hermosa espiga del estío
ni sueña con el pan en los trigales;
el más dulce panal de los panales
no declaró jamás: yo no soy mío.
Y el sol, el padre sol, el raudo foco
que fomenta la vida en la Natura,
por calentar los polos no se apura,
ni se desvía un ápice tampoco:
¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
siempre que lo permita tu estatura!

LA YAPA

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:
tu gimnasia de cárcel, no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
tu miserable personal anhelo.
¿Qué saben de lo eterno las esferas;
de las borrascas de la mar, la gota;
de puñetazos, la falange rota;
de harina y pan, la paja de las eras?...
¡Detente, por piedad, pluma no quieras


que abandone sus armas el ilota!