21/02/2016 BY LITERARIEDAD
Foto y entrevista por Sofía M. Castillón Arancibia *
Fredy Yezzed (Bogotá, 1979) es poeta y crítico literario. Actualmente se encuentra radicado en Argentina, donde impulsó el proyecto Clínicas literarias, en el que brinda asesoramiento a escritores de diferentes nacionalidades para el desarrollo de sus libros. Las Clínica literarias son un espacio de encuentro, de orientación y de intercambio que se desarrollan en forma presencial y virtual. A los debates sobre literatura que solían librarse en los Cafés, hoy se le suma la posibilidad de dialogar y construir a kilómetros de distancia. Las tecnologías ofrecen nuevas formas de lectura, y, en este caso, un nuevo papel transformador para las prácticas educativas.
¿Cómo fue el proceso para que te dedicaras a hacer Clínicas literarias?
F.Y.: Fue algo fortuito. Hace un par de años, después de una lectura a la que fui invitado en Buenos Aires, se me acercó un poeta y me preguntó si hacía “clínicas literarias”. Yo desconocía el término, pero inferí más o menos a lo que se refería. Bromeamos en aquella oportunidad. Me dijo que en realidad no era tan trágico como sonaba. Le agradecí porque no traía mi equipo de sutura, ni el botiquín de primeros auxilios conmigo. Él me explicó la forma cómo se trabajan. Y concertamos reunirnos en algún café notable de la ciudad. De esta forma decidimos llevar otra vez a la poesía al ambiente distendido y ameno del café.
¿Cómo definís el trabajo en las Clínicas Literarias?
F.Y.: Al principio consideré las clínicas literarias como un acompañamiento intelectual, sensible y respetuoso en el proceso creador de un poeta en un determinado proyecto. Pero con el tiempo y la experiencia, me di cuenta de que es algo más bello y enriquecedor. Las clínicas literarias son espacios de reflexión, debate y duda. La duda ilumina y es buena; te crea retos con el lenguaje y la imaginación. La poesía es ante todo paciencia y reescritura y en las clínicas se pone a prueba el cobre que tiene cada persona para mejorar su poesía. La clínica literaria es algo así como el lector crítico que todos deseamos o necesitamos. El que te dice lo que hace ruido, lo que se puede mejorar, no el que te aplaude, ni el que guarda silencio. Allí es primordial la sinceridad y la forma de proponer un cambio.
¿Cómo son los encuentros?
F.Y.: Una de las modalidades son encuentros individuales (presenciales o virtuales) de dos o tres horas semanales o quincenales. Todo depende del tiempo y la disponibilidad del interesado. Se trabaja sobre un libro y un género en particular. El poeta trae sus poemas impresos y empezamos a leer verso por verso de una forma atenta y, si se quiere, inquisitiva. Se tiene a la mano el diccionario y el computador para salir de las dudas que se van presentando. Desde el primer día se dejan por sentados los objetivos u el horizonte estético que se busca. Desde el primer día ya se deslinda un título de la obra. El poeta lee sus poemas, luego los leo yo, desde la oralidad, esa música y ritmo que nunca suelta la poesía, se comienzan a hacer las observaciones. Luego viene la carpintería más cruda, gramatical, simbólica, metafórica, hasta ortográfica. Sin embargo, lo más importante de las clínicas es escuchar al poeta, en él están las inquietudes espirituales, sociales y metafísicas, que son la médula del poema. Se trata de inferir en eso tan frágil. El poeta es el que tiene la última palabra sobre su poema.
¿Y cómo es la otra modalidad?
Es cuando el poeta definitivamente no tiene el tiempo de sentarse conmigo en el café o en el Skype. Es una clínica literaria más de tipo editorial. Como mirando más a detalles últimos antes de publicarse un libro. De igual forma es exigente y lleva tiempo. En dos oportunidades han sido libros que no prosperaron como publicación. El poeta me manda cinco poemas semanalmente vía email y yo con las sencillas herramientas de corrección del Word, que son las mismas que se utilizan en las editoriales, voy haciendo sugerencias y comentarios.
¿Qué tipo de actividades realizan?
Se leen y analizan poemas, ensayos y entrevistas de otros autores, siempre y cuando nos ayuden a dilucidar el trabajo individual. Se reflexiona sobre dichas propuestas estéticas cuando buscamos el tratamiento de determinados temas. Se trabaja con imágenes fotográficas y de video, si es el caso. Entran todos los temas en diálogo, desde los más íntimos y filosóficos hasta los más pueriles. Se reflexiona mucho sobre el oficio del poeta y su función en el mundo. Se proponen, además, ejercicios de creación cuando se ha tratado a profundidad un tema. Aunque más que consignas es llevar al poeta a qué dude y reflexione sobre determinada anécdota, imagen o recuerdo.
Decís que se tratan aspectos íntimos en las Clínicas literarias ¿Cómo es ese asunto?
La experiencia me ha llevado a concluir que las clínicas literarias, más que un trabajo formal y organizado, es una relación de amistad con un pacto de confidencialidad muy fuerte. Se habla del duelo, del desamor, de lo erótico, de conflictos familiares, de cuestionamientos consigo mismo, de lo que le duele a ese poeta. Muchos de esos poemas no ascienden a lo público, más por decisión del poeta que por méritos. La poesía siempre nos lleva a algo íntimo, esencial y frágil. Lo importante es escuchar, tratar de comprender, nunca juzgar. Una persona me dijo en una ocasión que nuestros encuentros eran algo así como sesiones con el psicoanalista, pero más baratas y más amenas.
¿A qué público están dirigidas las Clínicas literarias?
Las clínicas literarias están dirigidas sobre todo a personas que tienen hambre de belleza. Personas que tienen una necesidad profesional, digamos por utilizar un término, y desean escribir mejor. La mayoría de las veces trabajo con personas que no tienen una formación a fin con la literatura o el arte, pero tienen experiencias envidiables y se manejan con mucha fluidez en el ambiente literario. También trabajo con personas que tienen mucha experiencia en la poesía, tienen posgrados en literatura, o trabajan en el campo docente y editorial.
¿Cómo surge la idea de realizarlo en forma virtual, y cómo evaluás esa experiencia?
Surgió a nivel virtual cuando me lo insinuaron colegas que viven en el extranjero y en provincias argentinas. Jugaron un papel importante personas a las que les di talleres literarios en Colombia y deseaban volver a tomarlas conmigo, pues había fallecido su profesor, ―el poeta cubano Alberto Rodríguez Tosca, gran poeta y encantador ser humano―, a quien se las había recomendado con especial cariño, y se sentían un poco en el aire. Ha sido importante para ellas y para mí. Lo virtual surgió, además, cuando tuve mayor confianza con diferentes canales tecnológicos que permite Internet. Investigué cómo las universidades ofrecían programas académicos a larga distancia. Evalúo la experiencia como un camino confiable y fructífero dentro de la educación. La clínica literaria es un placer compartido.
¿Qué recursos tecnológicos utilizan en la Clínica literaria Virtual? ¿Cómo se incorpora el lenguaje digital a las estrategias pedagógicas?
El recurso central es Skype, me permite tener el poema en la pantalla y además verle el rostro a la persona con la que trabajo. A través de la imagen leo también la gestualidad, el matiz de la voz, hasta los silencios. Es una especie de café virtual en la comodidad de tu casa. La mayor dificultad surge al principio cuando la persona no está familiarizada con esta herramienta y con su lenguaje, pero yo me encargo de enseñar estas cosas también, las voy guiando con mucha paciencia, luego ya la incorporan a su vida personal y todo es más fácil. El lenguaje digital se incorpora por una necesidad personal de comunicarse.
En tu carrera como crítico literario te has especializado en el tema del Poema en Prosa. ¿Influye esto en las estrategias de enseñanza y aprendizaje, y/o en la demanda de conocimiento de los asistentes?
Sí, las personas vienen muchas veces deseando otra forma de expresión y el poema en prosa es un género innovador y tan atractivo como el verso libre. No por estar escrito en prosa es más fácil, eso lo han comprobado las personas con las que trabajo. Erróneamente llegan y me dicen que tienen escritas unas “prosas poéticas”, unas “prosas líricas”, unas “prosas literarias”, lo dicen como disculpándose “por caer en algo tan bajo”. Son cosas muy diferentes todos esos conceptos. Se sorprenden cuando les digo que están manejando una de las formas más complejas de la literatura moderna; es allí cuando entra en la clínica la lectura y el análisis de Baudelaire, Bertrand, Novalis, Rimbaud, Darío, los maestros del género del poema en prosa.
¿Considerás que la Clínica Literaria es una práctica educativa?
Sin lugar a dudas es una práctica educativa, en el sentido que hay un aprendizaje de aspectos propios del lenguaje, la tecnología, el ser humano. Es un aprendizaje muy práctico, siempre parados en el poema, en la imagen, en la imaginación. La poesía no se enseña, es difícil, pero lo que sí se puede enseñar son técnicas, herramientas, manías de la carpintería propia del oficio y el lenguaje. La ventaja de esta tarea es que el poeta llega con el poema ya escrito. Sólo necesita la mirada crítica y atenta. Él se convierte con el tiempo es su propia lector crítico. Llegan a la Clínica literaria sólo con los poemas que ellos mismos han rescatado de su poda.
¿Qué diferencias hay entre una Clínica Literaria y un Taller Literario?
Hay muchas modalidades de cada una, todo depende del profesor cómo oriente los objetivos y de las necesidades de los talleristas. A mí mismo me confunde la oferta que existe. Sé que hay talleres literarios donde también se trabajan sobre los poemas de los asistentes. Por mi experiencia personal, los talleres literarios usualmente son en grupo, donde todos opinan con respecto a los poemas de algún compañero, pero no se consagran a la construcción de un libro en particular. La clínica literaria es toda la energía sobre el trabajo de un solo poeta, es algo más privilegiado, más intenso y profundo.
Como poeta, ¿has tenido oportunidad de participar como asistente a una Clínica Literaria o Taller Literario? ¿Cómo fue esa experiencia?
Nunca tuve la oportunidad de hacer una clínica literaria. Confieso que me hubiese gustado mucho hacerlo. No habría malgastado tanto mi tiempo en otros caminos. En Colombia creo que no se conoce propiamente esta clase de espacios. Sí asistí a varios talleres literarios, pero no eran de creación, no eran viendo tus propios textos, eran talleres de lectura sobre los clásicos rusos, Cervantes, Shakespeare. No hay que olvidar que el principal germen de toda producción literaria es la lectura.
Según tu opinión, ¿dónde radica la importancia de que existan este tipo de espacios?
En el fondo su importancia radica porque existe un deseo de comunicarse a través de la belleza que proporciona la palabra. La gente desea un diálogo con sus pares para elevar la calidad de su trabajo. El mismo éxito de los diferentes programas de escrituras creativas creo que es suficiente prueba de que hay una necesidad y un público que reclama esta clase de espacios.
(*) Sofía M. Castillón Arancibia — Licenciada en Comunicación Social con orientación en Comunicación y Cultura, de la Universidad Nacional de Quilmes. Maestranda en Industrias Culturales: Políticas y Gestión (UNQ) y estudiante de la Especialización en Docencia en Entornos Virtuales (UNQ). Becaria de Estudio de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires. Fue becaria de investigación por el Consejo Interuniversitario Nacional de Argentina, y de movilidad estudiantil para el programa de becas Santander y UNAM (México). Miembro de proyectos de investigación y extensión universitaria del Departamento de Ciencias Sociales (UNQ).
No hay comentarios:
Publicar un comentario