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CON LOS LIBROS, PARA LOS LIBROS, POR LOS LIBROS. si tu intención es escribir, hazlo con sencillez y claridad; la elegancia déjasela al sastre...(anónimo) * * * * * * * * BLOG de Juan Yáñez, dedicado a la literatura

miércoles, 15 de abril de 2015

Un homenaje a León Felipe, uno de los grandes poetas españoles


(León Felipe Camino; Tábara, 1884 - Ciudad de México, 1968) Poeta español. Representante de los creadores exiliados tras la Guerra Civil, sus versos poseen un talante crítico y de lucha contra las injusticias sociales. 

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá quedó su ventura
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar ... 
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Léon Felipe inédito, colosal poeta español del éxodo y el llanto

MANUEL DE LA FUENTE / MADRID
Día 15/04/2015 -ABC

Fue profeta (casi nunca en su tierra), payaso (el de las bofetadas, no el listillo), mesías de la palabra, traductor (se convirtió en rumiante del verso para saborear mejor que nadie las hojas de yerba de Walt Whitman), español del éxodo y el llanto, exiliado de las dos Españas que le llevaron a perder todas las guerras, náufrago, contador de estrellas, agricultor de insignias y banderas, campesino de soles y de lunas, contramaestre retirado, telegrafista del amor y la canción.

Fue un poeta colosal, argonauta, domador de los leones del «idiomaleones», oficinista enamorado (de su Berta, siempre de su Berta), deshollinador de las chimeneas del alma, poeta continental (América, siempre América, su México siempre tan lindo, siempre tan querido), que puso las barbas a remojar de los dioses de lo falso y de lo hipócrita.

Se llamaba León Felipe y sus versos eran tan largos que siempre los acababa al día siguiente. Dejaba las palabras repartidas por las esquinas del mundo, se regocijaba de vaciar los tinteros por las plazas de las linotipias y de las imprentas, y muchas se las llevó el viento, las fue repartiendo a diestro y siniestro por las estanterías apretadas de revistas y de archivos, tanto que un sinfín de ellas acabaron en paradero desconocido, y hasta ese ignoto paradero han llegado Gonzalo Santonja y Javier Expósito, recopiladores y editores de «Castillo interior» (Fundación Banco Santander, Cuadernos de Obra Fundamental), un libro que reúne prácticamente todo el material inédito que dejó León Felipe. Versiones de poemas y cartas (a su familia, a Camilo José Cela, a su gran amigo Juan Larrea), que ofrecen un nuevo panorama de lo que fue la vida de este hombre de ánimo inquebrantable, de este poeta al que los siglos se le quedaban pequeños.

Papeles volanderos
«Los textos ahora recuperados -explica en las palabras preliminares Gonzalo Santonja-, inéditos o publicados en papeles volanderos de poca difusión y difícil consulta, ilustran y revelan el pálpito y la artesanía de su sistema luminoso de señales (la poesía para el poeta) durante su largo (y fructífero) acontecer mexicano, a partir del momento en que la incivilidad de las circunstancias lo convirtió en exiliado, expulsado de España por Franco y también por el sectarismo torvo que carcomió por dentro la causa republicana».

Estos textos han sido recuperados, continúa Santonja, «a partir del fondo conservado en el Archivo Histórico Provincial de Zamora, propiedad del Ayuntamiento de Zamora, y del epistolario mantenido con Juan Larrea -perteneciente al legado del poeta, cedido generosamente por sus herederos y con la colaboración desinteresada de Juan Manuel de Guereñu-, localizado en la Residencia de Estudiantes de Madrid», lo que consigue que este libro «abra ventanas de claridad al castillo interior de un poeta con biografía de viento y testamento de barro». Como escribió Octavio Paz: «Eres de los pocos que piensan y saben que la poesía no sólo está en el poema sino en el poeta = poema vivo. Y tú ni has entregado a la poesía, ni la has vendido ni la has guardado en casa».

Qué mejor, para acabar, que dejarles con las propias palabras del poeta: «Para mí, la poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo, entre tinieblas encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos, Señor!».

La poesía no es más que oración
«Es verdad que no estoy bien, que tengo setenta y cinco años y que siento cómo todo se me acaba y se me va; mis sentidos funcionan torpemente, se me disuelve la memoria, la vista se me cierra y ya no puedo distinguir dónde está España por ejemplo: ni gustar su fruta ni oler su tierra… se me cansa la voluntad y se me acaba el deseo de vivir. El estar aquí sobre la tierra ya no es negocio para mí…». A Juan Fernández Figueroa (1959)
«Cervantes y Whitman, a pesar de la derrota democrática, son las dos voces más fecundas de la literatura occidental, y su cristianismo dinámico y dionisiaco me parece mejor que la aristocracia nietzscheana (que está pre- gonando Ortega con gritos y gestos de plazuela)». A José Bernadette (1941).
«Amigo Camilo José Cela:
Gracias por todo. Es usted muy bueno. Además de un gran escritor es usted una gran persona. Todos me lo dicen. Estoy muy viejo, casi tan viejo como el rey Lear, y esta cabeza mía funciona ya muy mal. Lo voy perdiendo todo lentamente: la memoria, la cabeza, la energía y las ganas de vivir. Me sostengo a fuerza de drogas que al final me debilitan más y me dejan hecho un guiñapo. Ya no escribo, apenas leo y no puedo opinar de nada. Diría tonterías. Es mejor no hablar ya cuando se es viejo. Mi poesía, salvo los momentos religiosos que tienen un aliento de plegaria, la rompería toda… Estoy avergonzado de haber escrito la mayoría de mis versos. No he sido más que un reportero con un énfasis de energúmeno. La poesía no es más que oración». A Camilo José Cela (1959).



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