COMO UN CANDIL
En
el principio creó Dios los cielos y la tierra.
La
Tierra estaba desordenada, vacía y en tinieblas. Entonces Dios dijo sea la luz
y la luz fue buena, separo la luz de las tinieblas. A la luz la llamó Día y las
tinieblas Noche.
El mundo, había pasado por muchas
épocas, cada una de ellas le fue dando al hombre bienestar, conocimientos. Sus
logros lo llevaron a conseguir la paz, pero el egoísmo, las apetencias
desmedidas, fueron que olvidara, su espíritu.
Había nacido una nueva lucha, una
lucha descontrolada, para vivir, el hombre había comenzado a involucionar. Su
herencia primitiva predominó, así, en un pendiente, la sociedad se transformo
en una selva gris, donde solo sobrevivía aquel con mayor capacidad para huir de
la violencia que cada vez se arraigaba más.
La ley del hombre, dejo paso a la
ley, no del más fuerte, sino la ley del primitivismo.
Nadie
supo como empezó, fue como una reacción en cadena, no existía el respeto por la
vida del prójimo, solo importaba subsistir, aunque nadie padecía de las simples
carencias, la muerte era el único recurso de obtención de cualquier cosa. Se
asesinaba solo por el simple hecho de matar, el hombre dejo de parecerse al
simple animal.
Un
animal, mataba para comer, el hombre mataba por placer.
Los
gobiernos cayeron, las creencias, la Fe fue reemplazada, por autodenominados
dioses, cultos satánicos proliferaron, los ritos paganos reemplazaron a los
ritos de amor a Dios.
Dios observaba, con comprensión,
Dios no había olvidado aquel Diluvio, tampoco había olvidado Sodoma.
Y
decidió hacer.
Lejos
del caos, en un lejano lugar, donde todavía no había llegado la locura del
hombre estaba una pareja, que hacia mucho tiempo habían decidido buscar la paz
en las montañas, alejados del cemento y el negro asfalto. Miraban el cielo azul
que se unía en una abrazo con verde mar. El Sol se ocultó con su calida
despedida llenando en cada ocaso una nueva imagen de su magnifica e inmensa
belleza.
A la
mañana siguiente ella como todas las mañanas se levanto, fue hasta la orilla
del mar, para que este mojara su cuerpo, vio nacer el Sol, se sentó en la
húmeda arena y dejo que el cálido flujo del astro rey la bañara y fue cuando en
ese momento vio una gran mano aparecer desde los confines del Universo y
juntando dos dedos, esa inmensa mano apago el Sol. Sorprendida, pero no
temerosa vio las estrellas, fue hasta la casa y despertó a su esposo. Este,
envuelto en las nubes del sueño, la miro aun más sorprendido.
_ ¿Qué haces levantada a estas horas?. _ Ella
balbuceo con incertidumbre, acostándose temerosa junto a su esposo se abrazo
con fuerza. Casi en un sollozo le dijo.
_
Creerás que estoy loca, es la mañana...... _ Hizo un silencio como buscando
fuerzas. El marido la miro, vio que decía la verdad y comprensivo le pregunto.
_ ¿Qué
te sucede?.... Estas temblando, hace mucho frío.
Realmente
hacía frío.
El sueño
desapareció, busco abrigo, y salió al balcón del dormitorio, miro hacia el
cielo, lo que vio lo aterrorizo, solo veía estrellas, la luna era una gran
mancha oscura. Sintió que su esposa se abrazaba a él y le dijo.
_ Estaba
sentada en la playa viendo el amanecer y una gran mano apareció, y dos grandes
dedos apago el Sol, como se apaga un candil.
“Y vio Dios lo que había creado, lo
que su obra se había convertido y le devolvió las tinieblas”.
El
Hombre quiso vivir en tinieblas y Dios se la concedió.
FIN
Antonio
Pilara 3/08/00
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