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CON LOS LIBROS, PARA LOS LIBROS, POR LOS LIBROS. si tu intención es escribir, hazlo con sencillez y claridad; la elegancia déjasela al sastre...(anónimo) * * * * * * * * BLOG de Juan Yáñez, dedicado a la literatura

sábado, 17 de diciembre de 2011


PRIMER  PODER



“El mayor poder que existe en el mundo es la prensa.”
         S.S. Pío XI. Roma, lunes 7 de enero de 1935, a periodistas franceses



 
           
  Año I – Nº  6                                                                  Ciudad de Buenos Aires, agosto de 2011

LOS HIJOS: BASE DE LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA


Las estadísticas sobre la población en los países occidentales, especialmente en aquellos que se podrían denominar “desarrollados” o “maduros”, como Estados Unidos y los que integran la Europa de los 20, muestran que la franja de población con una edad por encima de los sesenta años continúa en constante crecimiento.
Esa cantidad de personas representa alrededor de un veinticinco por ciento del total. En cambio, en los países emergentes no alcanza a un décimo. Ya es notable que no resultan sostenibles los costos de esta tendencia.
De hecho, podría considerarse que el verdadero origen de la actual crisis económica es el envejecimiento de la población. Los pronósticos para el decenio próximo, sustentados en un objetivo análisis de la realidad, ponen de manifiesto que sus efectos corren el riesgo de ser insoportables, dado que el porcentaje de personas que emigran del sector productivo es cada vez mayor y se convertirá en un costo fijo imposible de absorber y ser sostenido por quienes trabajan.
Más aún, cada vez entran menos personas en el ciclo productivo, y lo hacen muy lentamente, cuando lo consiguen; no nos detenemos a considerar los cambios que ha sufrido el concepto de ocupación, generalizado hasta no hace mucho tiempo.
De modo que los jóvenes no podrán mantener los costos que genera una población cada vez más anciana; además de ser cada vez menos quizás podrían preguntarse por qué deberían hacerlo, en especial si son inmigrantes.
Relacionado con el envejecimiento de la población se puede señalar otro fenómeno: el cambio de la estructura del consumo. Podríamos decir esquemáticamente que hay mayor venta de medicamentos que compra de artefactos domésticos.
Asimismo, cambia continuamente el ciclo de producción del ahorro. Actualmente disminuye y está destinado a desplomarse a causa de la drástica reducción de los ingresos y la necesidad de sostener el consumo.
Ante esta cruda realidad no se puede soslayar - más aún, es ineludible - considerar la temática de los nacimientos junto con el envejecimiento de la población.
La planificación de estrategias para sostener a las familias ayudándolas a cumplir su fin natural, es decir, la procreación y educación de los hijos, es una tarea impostergable; desentenderse causaría un daño irreparable a la sociedad. Sólo así se iniciaría una verdadera recuperación económica.
Hace treinta años una familia en la que ingresaba un solo salario ganaba más que una similar de hoy con dos salarios. El resultado de esta situación ha sido el constante incremento de los impuestos sobre el producto bruto interno. Para hacer frente a las consecuencias del envejecimiento humano y debido a la caída de los nacimientos, en dicho período, los impuestos se duplicaron.
Invertir en las familias y en sus hijos ha de constituirse en una política de estado que deben llevara cabo los gobiernos de los distintos países para generar    un    rápido   crecimiento y promover el desarrollo económico y social, reactivando factores tales como la producción, el aumento de la demanda, las inversiones y el ahorro.
De esta manera las personas ancianas serían, no sólo soportadas, como ocurre hoy, sino más aceptadas y felices.
La misma naturaleza enseña que si el hombre y la mujer no engendran hijos, es bastante difícil que cuando envejezcan alguien se ocupe de ellos. La subsidiaria intervención del estado en estas situaciones se realiza a costos altísimos y siempre constituye un mero paliativo.

       CARLOS ANTONIO GASPARRI


Fuentes bibliográficas
Ettore Gotti Tedeschi.  L’Osservatore Romano, Año XLIII  Nº 30